home

search

Berserker (I)

  Alice abrió los ojos de golpe, sentada en el asiento trasero de una camioneta todo terreno junto a Drake y Lance, mientras atravesaban una carretera solitaria en medio del desierto bajo la oscuridad envolvente de la noche cerca de las fronteras de Santus y Lazarus.

  —Pensé que te íbamos a tener echar un balde agua fría. Es cierto lo que dicen... no eres nada sin tu café bien cargado. En lo personal prefiero el chocolate. —Drake ofreció el termo caliente a Alice, tras notar su inquietud.

  —Te concedo eso. —Alice lo aceptó de buen agrado, todavía adormilada—. Más para mí, eres demasiado ni?o para tomarlo, te faltan bolas

  —?Oigan, se?oritas! Despierten. —Lance los llamó desde el volante, del vehículo prestado por el cliente—, el comité de bienvenida nos espera.

  Las luces de dos camionetas de policía los aluzaron en medio de un cruce de caminos en medio de la carretera, frenándoles la línea recta por un conjunto de barricadas. De uno de los autos descendió un grupo de oficiales de policía con sus gruesos abrigos azules con placas, cubiertos con cascos sellados por máscaras blindadas y armados con rifles de asalto. Delante de ellos iba un hombre de piel cobriza y rasgos lobunos, su cabello rapado, su figura corpulenta de cerca de dos metros de altura.

  Llevaba ropajes de camuflaje y una coraza ligera. Alrededor de su cuello colgaba un medallón con el emblema de los Guardianes, balanceándose ligeramente con sus pasos, el cual lo identificaba como Duncan Lykos de las águilas de Acero

  —Buenas noches, jóvenes. Por el reporte de asaltos de Terno-Bárbaros hay bloqueo pro estas zonas de camino a Ludwick. —dijo con voz profunda—. Van a tener que irse por la nopalera.

  —Lo sabemos, hermano —respondió Alice con una sonrisa cómplice, mientras hacía un gesto hacia Drake y Lance para que mostraran sus propios medallones—. Nos informaron sobre las desapariciones en los pueblos cercanos.

  Duncan arqueó una ceja, sorprendido. —Vaya, qué coincidencia —dijo con una sonrisa que apenas se percibía, con colmillos inferiores sobresalientes—. Estoy trabajando en ese caso desde hace semanas. He estado rastreando junto a los oficiales, pero estos tipos son escurridizos. Si están interesados, nos vendría bien algo de ayuda.

  Alice notó el casta?eo de los dientes de Duncan, un indicio que la llevó a fijarse en sus ojos amarillos y lobunos, marcados por gruesas venas rojas. Sus dedos temblaban cerca de la pistola enfundada, aunque no por ansias de disparar, sino con espasmos involuntarios.

  —?Recompensa? —Drake interrumpió con desdén, entrecerrando los ojos soltando una leve carcajada, inquietando a Duncan y a su gente.

  —?Qué es tan gracioso? —preguntó, claramente molesto.

  —Nos iban a pagar treinta mil coronas —contestó—, no es mucho para dividir. ?Qué dices, Drake ?Nos alcanzará para algo de vicios si metemos un cuarto?

  —Para nada —respondió Drake—, menos con unos impostores de mierda que nos guiarán a una emboscada. Solo un idiota drogadicto creería que ese plan funcionaría.

  —Uno con Bestalla, la fruta de los berserkers. —Completó Lance, notando igualmente los síntomas que padecía Duncan.

  El ambiente se tensó al instante. Duncan frunció el ce?o. —?Disculpa? Padezco de narcolepsia y llevo días sin dormido, uso un suplemento diluido de esa sustancia totalmente legal. —Su voz era grave, y los oficiales que lo acompa?aban ajustaron sus rifles de asalto, preparados para cualquier se?al de peligro, pero sin levantar aún las armas.

  Alice se inclinó hacia Duncan, fijando en él una mirada intensa. —Ningún guardián que se respete aceptaría un grupo de más de tres en una misión así —murmuró, sus palabras filosas—. A menos que sea algo grande, y este no lo es. Además… —se?aló el medallón de Duncan—. Ese emblema está mal. Tu gremio, las águilas de Acero, no acepta Cambia Pieles desde hace a?os. A menos, claro, que tengas alguna ecuación especial que te haga único. De lo contrario, estarías directo con el gremio de la Hidra.

  Duncan dio un paso atrás, sorprendido, su mirada transformándose en una mezcla de confusión y furia. Los oficiales a su alrededor tensaron los músculos, pero aún no actuaban, esperando alguna se?al de su líder.

  —??Qué demonios estás diciendo?! —gru?ó Duncan, su voz llena de una furia apenas contenida—. ?Acusas a un guardián de falsificación? ?Claro que tengo una ecuación única!

  Alice esbozó una leve sonrisa, peligrosa. —No te estoy acusando. Te estoy desenmascarando. Si estoy equivocada, entonces muéstrala.

  —?Un Guardián guarda sus trucos! ?Tengo oficiales que me respaldan!

  —Oficiales, ajá... a nosotros nos contrató la Inquisición, ni ellos y tampoco Trisary nos reportaron nada de otros Guardián en este contrato, con tal de evitarse la competencia de sus hermanos. —Culminó Alice—, terminemos esta farsa.

  En un parpadeo, los falsos oficiales levantaron sus rifles y abrieron fuego. El estruendo de las balas llenó el aire, pero las ráfagas se estrellaron inútilmente contra un escudo pesado que Drake materializó frente a Lance, cubriéndolo con precisión. Lance, agazapado detrás de su compa?ero, esbozó una sonrisa confiada. Mientras tanto, Alice desapareció en un destello de luz.

  Reapareció a cinco metros, oculta entre los árboles en el flanco izquierdo, su figura apenas visible entre las sombras. Cargaba un Rifle de Tiro Preciso ?RTP?, apuntó a través de la incorporada mira telescópica de 3x. Disparaban bala por bala de penetración, las cuales volaron a través del aire, rasgando la noche. Dos de los oficiales cayeron antes de siquiera darse cuenta de lo que los golpeaba, sus cuerpos heridos desplomándose en el suelo.

  Pero Duncan no era tan fácil de abatir. Con un rápido movimiento, activó una granada que proyectó una barrera en forma de burbuja, cubriéndolo a él y a sus hombres. La cúpula chisporroteaba con energía, repeliendo los disparos.

  Taken from Royal Road, this narrative should be reported if found on Amazon.

  Entonces, algo cambió. Una serie de runas blancas aparecieron y comenzaron a brillar con intensidad en la indumentaria de Duncan, trazando patrones intrincados que se extendieron por su cuerpo. Toda prenda se volvía bruma, hasta desaparecer en una dimensión de bolsillo.

  De su pecho brotaba una neblina espesa y vaporosa, que se retorcía y ondulaba a su alrededor, oscureciendo su rostro de grotesca sonrisa con ojos totalmente negros. Su figura comenzó a mutar, sus facciones lobunas distorsionándose y agrandándose con una ferocidad bestial.

  El semblante de Duncan se desfiguraba con cada segundo que pasaba. Lo que antes era un hombre corpulento, ahora se transformaba en una criatura imponente, de dos metros de altura, erguida sobre dos patas de doble articulación.

  Su musculatura se expandió, dejando a la vista un pelaje negro como el ébano, cubierto por afiladas placas óseas que sobresalían en sus hombros y brazos. Sus garras, largas y curvas, relucían a la luz de la luna; pronto sus compa?eros igual se retorcieron en desfiguradas bestias repletos de espinas de hueso y pelo desenmara?ado que imitaban desde lobos a felinos, pero carecían de simetría, estaban tan deformados delatándolos como experimentos de laboratorio.

  Las bestias lanzaron un gru?ido ensordecedor al unísono que resonó por todo el bosque. Gotas gruesas de saliva caían de sus hocicos mientras sus ojos profundos brillaban con furia desmedida. Con una velocidad imposible para su tama?o, Duncan saltó hacia el frente, impactando contra el escudo de Drake, haciéndolo tambalear.

  —?Jodete, cabrón! —gru?ó Drake, haciendo una mueca de esfuerzo mientras reforzaba el escudo, las garras de la bestia ara?ando su barrera con una fuerza devastadora.

  Lance, todavía cubierto, asomó la cabeza con una sonrisa cargada de adrenalina. —?Vaya! —exclamó—. ?Parece que nos tocará cazar algo más grande esta vez!

  Los demás mutantes le siguieron y llevaron a los guardianes a replegarse, lanzando ataques a distancia usando cadenas con masas pinchudas que emergieron de las manos de Drake.

  Bajo la luz de los faros del vehículo blindado, Lance se desvaneció en la sombra de un cuchillo que había arrojado al costado de uno de los cambiantes. Al instante, reapareció en el aire, su espada imbuida en sombras. Con un tajo energético a larga distancia, partió en pedazos a las bestias que se acercaban, dejando un rastro de cuerpos desmembrados en su estela hasta que el ataque se desmaterializó en la lejanía. Incluso con los pocos refuerzos, los Guardianes ganaban terreno al poco tiempo.

  Mientras tanto, Duncan evadió la mayoría de los disparos de Alice, pero algunos impactaron en su costado, penetrando las primeras capas de piel. La sangre brotó en hilos oscuros, pero las heridas no duraron. Se cerraron en un susurro de vapor, como si la carne se tejiera por sí sola.

  ?Está tan drogado con Bestalla que no siente dolor?, pensó Alice al retroceder, atrayéndolo hacia los páramos áridos.

  Duncan no dudó. Se lanzó sobre ella con un rugido, zarpando directo a su cabeza. Sus garras encontraron el vacío. Un destello azul lo cegó y, cuando recuperó la visión, Alice ya no estaba.

  Giró instintivamente. Demasiado tarde. El aire pareció volverse denso, sofocante. Un escalofrío le recorrió la espalda. Alice estaba detrás de él. Silenciosa. Ineludible.

  Y en sus manos, una escopeta, apuntándole directo a las rodillas, como si siempre hubiera estado allí, esperando su momento. El tiempo se quebró en un solo instante. Duncan entendió. Sus ojos se fijaron en el ca?ón del arma. Su mente gritó la respuesta antes de que pudiera formularla: Dimensión de bolsillo.

  El disparo retumbó. Dos estallidos atronadores le destrozaron la rodilla derecha. El hueso crujió como vidrio. Cayó con un grito, sin tiempo de reaccionar, sin tiempo de preguntarse de dónde demonios había sacado esa arma.

  Alice no se detuvo. Disparó hasta vaciar el cargador, hasta que Duncan yacía sobre un charco de su propia sangre.

  —Te mueves… a través de una dimensión de bolsillo… almacenadora —murmuró el lobo, con la mirada fija en la escopeta.

  Alice sonrió, feroz, recargando con calma.

  —No eres el único con un joyero secreto, solo que el mío guarda más que ropa y más grande.

  Duncan se arrastró, desesperado, sintiendo cómo su carne ya comenzaba a cerrarse. Pero no tuvo oportunidad de recuperarse. Drake cayó sobre él como un relámpago, estampándole un pu?etazo seco en la cabeza.

  —?Te regenerarás, pero no eres inmune al dolor y a las contusiones! —vociferó Drake al no parar la paliza.

  En un movimiento rápido, el guardián cerró un pesado grillete de hierro alrededor del cuello de Duncan. La joya incrustada, una amatista sombría, emitió un brillo siniestro.

  —??Maleficarium?! —El pánico rasgó la voz de Duncan.

  El collar cobró vida con un calor sofocante. Duncan sintió cómo su fuerza se drenaba, su cuerpo se volvía más pesado. Regresó a su forma humana, pero no cesó su curación. Tentáculos y cadenas carmesí surgieron del sello, atrapándolo con fuerza.

  —Un préstamo de la Inquisición —Drake lo observó con desdén—. Si intentas usar tus poderes fuera de las habilidades pasivas como lo es tu curación, este artefacto absorberá en putiza el Estigma que emanes al mutar hasta sobrecargarse y explotará contigo.

  Duncan tragó saliva, sintiendo el zumbido latente del artefacto, al absorber su poder.

  —Intenta quitártelo y nuestra jefa te vuela la cabeza a quemarropa —a?adió Lance, con una sonrisa torcida—. Dudo que sin tu piel de lobo resistas una bala.

  —Si sabes lo que te conviene, mejor será que hables —dijo Alice—, necesitamos la ubicación de tu secta y del Brujo Biomante que llaman la Cucaracha.

  —?No les diré nada, Arnoldos hijos de perra! —gritó Duncan, su voz impregnada de desesperación y orgullo.

  —Ese insulto es tan irónico que perdió la gracia, pulgoso —respondió Drake, apretando las cadenas.

  Alice avanzó, su mirada decidida con la escopeta pegada a la frente de Duncan. —Si decides hablar, chance y te salvas —dijo con calma, como si hablara con un ni?o desobediente.

  —Eso debería decirles. De no irse ahora, mis hermanos los encontrarán y a ti te dejarán viva un rato para divertirse contigo. Podrías sernos útil para restablecer nuestros números —se burló Duncan, su tono lleno de desprecio.

  —?Muy machito, cabrón! ?Te arrancaré la lengua por eso!

  Drake estuvo a punto de cumplir esa amenaza al acercar una hoja retráctil que salió de sus nudillos al rostro de Duncan. Pero Lance le detuvo la mano, y explicó en un tono frívolo:

  —Bájale, Rojizo. Quiere que lo mates antes de acabar como una putita de la Inquisición.

  —Bien, tú lo pediste —Alice infló el pecho, mostrando autoridad, sin escrúpulos—. ?Drake, ayúdame a bajarle los pantalones! Lance ve a abrir el cofre y saca unos cables de corriente de la batería; este perro va a chillar como un cerdo.

  —??Qué?! ?Esperen, no! —Duncan se retorció, el terror reflejado en sus ojos mientras el pánico lo invadía. Su orgullo se desvanecía rápidamente ante la inminente tortura.

  Lance se puso firme como un soldado, y tras un saludo militar, se marchó a cumplir la encomienda. Abrió el cofre con un chasquido, revelando un conjunto de cables gruesos que chisporroteaban levemente.

  Drake arrancó los pantalones de Duncan usando unos tentáculos vivientes desde su espalda, sin importar el forcejeo del debilitado hombre; que, de transformarse, el Estigma liberado sobrecargaría el collar y explotaría.

  —La última oportunidad, Duncan —dijo Alice, sosteniendo uno de los cables como si fuera un látigo—. No vamos a jugar más, y tampoco te mataremos rápido.

  Duncan, sintiendo que su tiempo se agotaba, miró a su alrededor, buscando una salida. La presión del grillete y el inminente dolor lo llevaron al borde de la locura.

Recommended Popular Novels